miércoles, 10 de octubre de 2012

Crossroads.Sentinel. (cap. 5)


Pese a su miedo, Moreno sabía que quien fuera la persona que pretendía entrar en su casa, tendría que acabar con ella. El casco era el motivo, desconocía cómo pero la habían seguido y sólo venían por el casco; igual si les entregaba aquel objeto no tendría que recurrir a disparar su arma, pero la idea fue borrada de su cabeza casi de inmediato. Aquel casco era la prueba de que El Centinela había estado en el lugar de la explosión, incluso puede que estuviera muerto porque si no, ¿cómo entendía el hecho de que posiblemente la parte más importante del traje del vigilante estuviera en su casa?

La cerradura seguía emitiendo el sonido de la manipulación desde el otro lado de la puerta, aunque consiguieran forzarla aún encontrarían como impedimento la silla que Moreno había colocado tras ella. Sabía que todo aquello sólo detendría unos segundos a quien estuviera allí, pero era el tiempo que necesitaba para salir a la calle por la escalera de incendios; sin guardar su pistola cruzó el apartamento en dirección a su despacho y cuando llegó vió que el casco ya no estaba allí, asustada levantó la pistola apuntando a la oscuridad que envolvía la mesa de despacho y la luz que la iluminaba. Sintió su corazón latir cada vez más rápido, el pánico la ahogaba y su pulso no era tan firme como esperaba; había estado en situaciones tensas (tiroteos, persecuciones, peleas...) y posiblemente esta fuera la más aterradora y complicada de su vida. De  pronto su oído se centró en el silencio total, nadie estaba en la puerta principal intentando forzar la cerradura, y eso sólo podía significar una cosa...

Giró con velocidad y fue cuando el golpe le hizo soltar la pistola, ¡alguien estaba allí ahora mismo! Pero era imposible, ¿cómo no había sentido su presencia, su respiración? A ciegas, conocedora de dónde se encontraba cada mueble en su propia casa, Moreno dió un paso hacia su izquierda en sentido contrario a donde había recibido el golpe. La pistola estaría, según su cálculo por el ruido que produjo el arma al caer al suelo, en mitad del pasillo, demasiado lejos para cogerla pero tras la puerta tenía una muleta de la última herida que recibió en la pierna; la guardaba más como un recuerdo que como algo necesario, pues la herida  sanó perfectamente en poco tiempo y la constancia de Moreno en el tema de la rehabilitación la facilitó su recuperación. Ahora tenía intención de darle un uso adicional a esa muleta, con una mano la sujetó firmemente y giró, encarando a su enemigo en la más completa oscuridad. Esperaba cualquier sonido, cualquier cosa que delatase que la persona que le había desarmado escasos segundos atrás seguía frente a ella y en ese momento la oscuridad la envolvió por completo; no sabía si por haberse cortado la luz o porque alguien apagó la lámpara del despacho, pero ahora estaba a oscuras, más indefensa aún que antes; con fuerza y ambas manos sujetó la muleta a modo de mandoble.

Apenas sintió el primer golpe, mucho menos los 3 siguientes. Golpes muy bien dirigidos a zonas muy concretas, había leído algo sobre técnicas de combate que utilizaban este método pero nunca esperaba sufrirlas. Sus manos se relajaron soltando la muleta, había perdido el control de sus piernas y notó cómo caía hacia el suelo hasta que alguien la sujetó con fuerza y la colocó en la silla. Aunque tenía los ojos abiertos la oscuridad le impedía ver a aquel desconocido pero pudo percibir el aroma que desprendía, era dulce aunque en el fondo un ligero olor a humedad le impregnaba la ropa. Cuando Moreno estaba en la silla el desconocido encendió la luz del escritorio y se sentó tras éste, la luz no llegaba a alumbrarle la cara por lo que no pudo ver quién era pero sus manos mostraban la edad que podía tener, y no era precisamente un chaval.

— Siento haberla asustado detective. Primero de todo, disculpe mi intromisión y el haberla atacado, la parálisis que sufre pasará en unos minutos así que relájese.

La voz del hombre era fuerte, mostraba que era una persona acostumbrada a dar órdenes y conservar la calma en los momentos más difíciles. Moreno, pese a lo que habia sucedido en estos minutos, estaba extrañamente relajada pero en ningún momento se esperaba lo que estaba apunto de escuchar.

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