miércoles, 10 de octubre de 2012

Crossroads. Sentinel. (cap. 6)


— ¿Habéis entendido el plan? —ninguno de los presentes dijo nada al respecto por lo que Víctor Kressler entendió que el plan era lo suficientemente comprensible coomo para que nadie cometiera ningún error.— Bien, de todas formas estaré supervisando todo a cada momento, debemos sincronizar nuestros movimientos a la perfección o ese maldito Centinela volverá a tirar por la borda nuestras expectativas, y no pienso tolerarlo.

Con el ruido de la silla apartándose de la mesa, Víctor dio por finalizada la reunión. Los asistentes quedaron hablando en la sala después de su salida, sabía que habría comentarios al respecto de su plan al igual que sabía que muchos de los allí presentes no eran capaces de decir las cosas a la cara, pero eso le importaba más bien poco. Según avanzaba por el pasillo en dirección al coche que le esperaba fuera, Víctor rememoraba sus tiempos en los laboratorios "RDA Progress" cuando todo era más sencillo y no tenía que preocuparse porque un enmascarado frustrase cada paso que daba.

— ¿Volvemos al laboratorio, señor? —el chófer le esperaba con la puerta abierta.
— No, llévame a la Rosa Negra.

La Rosa Negra era un club de gente muy, muy bien posicionada. Lo regentaba Freïa Von Salen, una rica mujer de la Europa del Este que aún tenía mentalidad de la Guerra Fría; aunque poca gente lo sabía, la Rosa Negra era una tapadera de tráfico de armas, drogas y demás material prohibido. La policía por supuesto que conocía ese hecho, pero Freïa procuraba cuidarse las espaldas y sobornaba convenientemente a quien fuera necesario para que la Policía hiciera la vista gorda.

Con un sonido limpio el motor del coche se puso en marcha, Víctor se recostó en la parte de atrás y dejó que el sueño le venciera; llevaba varios días habiendo dormido apenas 5 horas y el cansancio le empezaba a pasar factura pero este momento era importantísimo para el plan. Si todos esos macacos que tenía por compañeros... no, compañeros no, subordinados es mejor. Si todos esos macacos que tenía por subordinados hacían el favor de ceñirse al plan puede que cuando amaneciera, Betlam City viese las cosas como debían ser: el Centinela muerto y a Víctor al frente de la ciudad.

Con esta idea en la cabeza Víctor sonrió y cerró los ojos, aprovechando el trayecto hasta la Rosa Negra para dormir un poco. No habían pasado ni dos minutos cuando su teléfono móvil comenzó a sonar, mal humorado lo sacó del bolsillo del pantalón y miró quién era tan inoportuno como para molestarle en ese momento. Era un número de la ciudad, pocos conocían este teléfono, por lo que antes de apretar la tecla de descuelgue, Víctor ya se temía algo malo.

— ¿Diga?
— Señor Kresser, soy Gorila. —la cara de Víctor era un poema, desde luego no se esperaba que ese idiota le llamase... ¡¡joder, ni siquiera imaginaba que supiera usar un maldito teléfono!! Pero lo mejor venía ahora.— He acabado con el Centinela.
 ¿Que has hecho qué? —aquella no era su voz, apenas había podido articular esa pregunta... ¿Gorila había hecho el qué?— A ver... ¿me acabas de decir que te has cargado al Centinela? —es que era impensable, un idiota como Gorila acabando con el Centinela... no le entraba en la cabeza.
— Sí jefe, le he llevado a una trampa y ha caído de lleno.

Víctor se pasó la mano por la cara, en la otra sujetaba el teléfono con tal fuerza que los nudillos empezaban a ponerse blancos por la presión ejercida. Un tipo con la inteligencia de un niño de 12 años no podía llevarse por delante a su mayor enemigo, el Centinela era un genio que ponía en jaque todos sus planes, ¿cómo había logrado tenderle una emboscada alguien como él?

— Vale, te has cargado al Centinela. ¿Cómo coño lo has hecho? —los nervios, el cansancio, la sorpresa... todo hacía que Víctor estuviera más cabreado de lo normal.
— Secuestré un autobús con niños y puse una bomba dentro.

Aquello acabó con los nervios de Víctor, ¿Gorila se había llevado por delante a varios niños sólo para acabar con el Centinela? Durante un segundo tuvo miedo, ¿con qué tipo de gente se mezclaba? Tapando el micrófono con la mano libre indicó a su chófer que cambiara de dirección y se dirigieran al laboratorio.

— Mira, esta no es forma de hacer las cosas. Voy rumbo a mi laboratorio, ¿recuerdas cómo llegar?
— Eh... —al otro lado de la línea, Gorila dudaba sobre el camino a seguir— Creo que sí.
— Bueno, mira, es igual. Nos veremos dentro de dos horas en el Wilmington, busca el panteón de la colina. ¿Entendido?
— Sí, en dos horas en el panteón de la colina, en el cementerio Wilmington. —cuando Víctor oyó esa confirmación colgó el teléfono y lo tiró en el asiento junto a él. ¿Cómo afrontaría esta situación? Esto cambiaba completamente sus planes.

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