miércoles, 10 de octubre de 2012

Crossroads. Sentinel. (cap. 3)


El cordón policial rodeaba el edificio en llamas y varias calles de los alrededores, los bomberos se esforzaban en sofocar el incendio que había provocado la explosión. Según el jefe de bomberos la explosión no había afectado a las tuberías de gas que discurrían por debajo del edificio, sino aquello sería un infierno incontrolable; la detective Moreno suspiró aliviada, ya era suficiente caos el que tenía frente a ella como para encima tener que preocuparse por un pequeño apocalipsis en su turno.

Había llegado desde Los Ángeles hará ya casi medio año y todavía no se había acostumbrado a Betlam City, primero por el cambio que suponía a nivel visual y social, segundo por los contínuos crímenes que se cometían a todas horas. No quería pensar qué sería de esta ciudad sin El Centinela, una de las razones por las que Moreno vino a la ciudad; Los Ángeles tenía a su propio vigilante, Ícaro, pero era una figura pública no como El Centinela. Moreno estaba acostumbrada a ver el rostro de Ícaro por las calles de su ciudad natal pero El Centinela era más un mito que una realidad, ¡pero existía! Si no, no podía explicarse todos los sucesos extraños que ocurrían en la ciudad (criminales encerrados misteriosamente, villanos detenidos por una figura desconocida, testigos que afirman haber visto a alguien patrullando las calles desde las azoteas...).

— Detective, hemos encontrado algo.—el jefe de bomberos llamó la atención de Moreno.

Cuando la detective Moreno se acercó junto al jefe de bomberos vio lo que éste sujetaba y un escalofrío la recorrió la espalda, "no puede ser" pensó para sí misma.
— Creo que esto es importante.—extendió los brazos hacia Moreno, entregándola aquel objeto chamuscado. Era una especie de casco, el visor estaba oscurecido por el humo y la parte externa había estado expuesta a muy altas temepraturas pero aún así Moreno distinguió lo que era.
— El casco del Centinela. —afirmó la detective con voz temblorosa.— De acuerdo, nadie debe saber esto. Aquí no han encontrado nada. —dijo mientras guardaba el casco debajo de su abrigo, tras esto dio media vuelta y montó en su coche. Sobre el asiento del copiloto dejó el casco y durante unos segundos se quedó mirándolo, si El Centinela había muerto en la explosión... ¿qué sería ahora de Betlam?

Moreno arrancó el coche y se fue de allí, poco más podía hacer ella hasta que los bomberos no apagasen las llamas. Después podría buscar pruebas sobre si El Centinela seguía vivo, o se cumplían las peores expectativas que temía y el vigilante de Betlam City había fallecido en la explosión; lo importante ahora era que nadie supiera si El Centinela podía estar muerto o no. Conduciendo por la ciudad, rumbo a la comisaría, Moreno se dio cuenta que una furgoneta negra le seguía desde hacía un rato así que aceleró para intentar despistarla. Multitud de ideas se le pasaron por la cabeza: "posiblemente sea quien ha atentado contra El Centinela y venga a reclamar su trofeo", "van a matarme por entrometerme"... Moreno dio un giro completo al volante a la vez que aceleraba, el coche cambió rápidamente de carril y tras la maniobra se perdió en la calle que cortaba a la avenida por la que circulaba; chocando con contenedores, cajas de cartón y algún periódico que se encontraba tirado en el suelo, la detective creyó haber despistado a la furgoneta. Sin frenar salió de la calle donde estaba y se encaminó rumbo a un sitio seguro.

— Base, aquí Móvil. Tenemos un problema.
— Cuéntame. —respondió Goldfield de manera seca.
— Una detective ha encontrado el casco de Ocho. No he podido interceptarla, pero sigo tras ella.
— Bien, no la pierdas. Pongo a Fedora a bloquearla el paso, en cuanto puedas, pero sin ponerte en peligro, intercéptala.
— Roger. Corto.

Goldfield contemplaba las pantallas de la base, en ellas tenía la ficha de la detective Elisa Moreno.

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