miércoles, 10 de octubre de 2012

Crossroads. Sentinel. (cap. 23)


[Localización: garaje de la Torre Wayland.]
[Hora: 11:45 A.M.]

— Ya verás, como algo salga mal vamos a terminar enchironados.
— ¿Te quieres calmar un poco? ¡Me estás poniendo de los nervios! Y deja de decir que algo va a salir mal... es de día, así que no tienes que preocuparte.
— ¿Es de día? ¿Estás tranquilo porque es de día? Tío, eres un necio. Da igual que sea de día, él sale de día. ¿Acaso te piensas que es un personaje de tebeos que solo sale de noche? ¿O el puto duque Drácula?
— Conde.
— ¿Qué? ¿Qué coño dices?
— Que es un conde. Drácula. No es un duque, es un puto conde.
— ¡¡Joder tío!! Me da igual que sea conde, barón o la jodida reina de Inglaterra. El maldito Centinela nos va a pillar y nos va a meter a la sombra una buena temporada.


Los dos hombres siguieron sacando cajas de la furgoneta que estaba aparcada en el primer sótano de la torre Wayland. El vehículo, blanco y completamente anodino, tenía un único símbolo en el lateral: "Yamato, cátering".

[Localización: aeropuerto internacional Moore.]
[Hora: 11:45 A.M.]

— El vuelo procedente de Madrid efectuará su llegada por la puerta 7B. Vuelo procedente de Madrid, efectuará su llegada por la puerta 7B.

La megafonía del aeropuerto sonaba con un tono metálico, Ryan se echó a reir tras escucharla, recordando cuando se quedaba de pequeño en la estación escuchando los avisos de salida y llegada de los trenes gritando, a pleno pulmón, que lo que sonaba era la voz de Dios. Miró su reloj y luego el que tenía frente a él, en una de las tiendas libres de impuestos del recinto. Cogió su periódico y se encaminó hacia la puerta de desembarque, esperaría a su cliente allí y después, con un poco de suerte, tendría toda la tarde libre.

En la zona de llegada internacional había, literalmente, cientos de personas. Con un poco de esfuerzo llegó hasta la parte delantera y se situó con un cartel en la mano con el nombre de su cliente: D. Montes. Ryan se imaginaba a algún alto ejecutivo en viaje a Betlam para firmar algún contrato de comercio, o a un rico playboy que no tiene nada mejor que hacer con su vida que venir a la ciudad para comprar un ático en el centro y tener un nuevo sitio para llevar a sus ligues.

Estaba ensimismado en sus pensamientos cuando una mujer joven, con una larga melena rubia, se detuvo frente a él y le saludó.

— ¿Hola? Creo que me buscas. —Ryan se sobresaltó y la miró atontado.
— Eh... pues... —miró el cartel— ¿Señorita Montes?
— Llámame Diana, por favor.
— Entonces sí. Disculpe, estaba... pensando. Permítame su maleta y acompáñeme al coche.

La mujer sonrió y le tendío la maleta de mano que llevaba, Ryan mientras iba pensando en qué traería a una chica así hasta Betlam. Mientras, en una televisión cercana emitían la noticia de la fiesta que se celebraría en la torre Wayland con la inauguración de la exposición que tendría lugar en el mismo edificio, donde se mostraría (por primera vez en cientos de años) el diamante conocido como "El Ojo de Horus".

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