miércoles, 10 de octubre de 2012

Crossroads. Sentinel. (cap. 21)


— ¿Qué planeaba el Gran Galletín?

Goldfield se apoyaba sobre el escritorio, tenía la vista fija en un punto indeterminado de su mesa. Troy y Fedora le miraban intentando comprender sus pensamientos.

— ¿A qué te refieres? Quería volar el Ayuntamiento, ¿no te parece suficiente?
— No, hay algo más. Tiene que haberlo. No puede haberse arriesgado tanto por una tontería así. — Goldfield dio la vuelta a su escritorio y se dirigió al teclado, varias pulsaciones después la ficha del Gran Galletín estaba en las pantallas del despacho. — Él no actúa así. Pese a su aparente comportamiento errático SIEMPRE — remarcó esta palabra — tiene un plan.
— Goldfield, perdóname que te lo diga tan bruscamente, pero creo que estás paranoico. No hay plan oculto, simplemente quería desestabilizar la ciudad. El Gran Galletín es un agente del Caos, no hay más vuelta de hoja.

Troy posó una mano sobre el hombro de su mentor, sabía exactamente a qué se refería Goldfield con aquel miedo que le costaba mostrar. Temía que algo se le hubiera escapado, que las vidas que estuvieron en peligro en el Ayuntamiento no fueran las únicas del plan del payaso; pero Troy quería tranquilizar a su mentor, quería hacerle ver que ya había pasado todo. Fedora dio un paso al frente y agarró a Goldfield del brazo, descansó la cabeza sobre su hombro y le sonrió.

— Lo peor que nos puede pasar, es que pasemos otra noche en vela. Y sabes que eso no nos lo quita nadie.

Goldfield se forzó en sonreir, aquella vitalidad, aquella alegría que poseían los dos jóvenes le recordaba a cuando entró en el equipo. Se pasó la mano por la cara para despejarse y tecleó de nuevo, retirando de las pantallas la ficha del Gran Galletín.

— Tenéis razón, creo que le he dado demasiadas vueltas a las cosas. El payaso está detenido y su plan se ha ido al traste; vamos a descansar, no tardará en amanecer y creo que nos vendría bien dormir un poco. Fedora, mañana tienes que ir con Szilard a recoger los nuevos componentes para actualizar el casco.

Los tres abandonaron el despacho, el último en salir fue Goldfield que apagó la luz no sin mirar una última vez hacia su mesa y cerró la puerta tras de él.

* * * * *

Victor Kressler dormía plácidamente cuando el teléfono sonó. La joven de su lado se movió entre las sábanas y siguió durmiendo, él contestó al teléfono.

— Dime.
— Señor. — el tono con el que empezaba la frase no le gustaba nada — Hemos tenido un problema. El payaso ha sido detenido por el Centinela.

Víctor resopló, vaya forma de comenzar el día. Miró su reloj, eran las seis menos cuarto, en poco más de media hora sonaría la alarma y tendría que ponerse en marcha, así que decidió no seguir en la cama.

— Dame un segundo.

Se levantó y se puso una bata que reposaba sobre la silla, cerca de la cama. Miró a la chica e intentó recordar su nombre, qué importaba pensó. Salió de la habitación con el teléfono en la mano y entró en su despacho, se sirvió una copa de brandy y se sentó tras su escritorio. Dejó el teléfono en la base cargadora y conectó el manos libres.

— Explícame por qué no tengo que ir ahí y pegarte un tiro.

Al otro lado del teléfono la voz de su interlocutor sonó tímida.

— Señor... no hemos tenido nada que ver. El Centinela apareció y acabó con los hombres del Gran Galletín y con el payaso.
— Vamos a ver. Si os digo que os preparéis porque SEGURO que aparece el Centinela, ¿qué os hace pensar que es aceptable que os pueda pillar desprevenidos y no tengáis nada que ver? ¿¡Sois idiotas o qué!?

Silencio en el teléfono.

— ¿Estás sólo?
— N... no señor...
— Pásame a quien tengas al lado.
— ¿Señor? — esta voz era más fuerte que la anterior, con más confianza.
— ¿Tienes un arma?
— Claro, señor.
— Pégale un tiro a ese incompetente.

Cuando escuchó la detonación cortó la conversación. Se recostó en el sillón y apuró la copa, notó cómo el líquido le calentaba al bajar. El día no empezaba bien, habría que ver cómo transcurría...

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