miércoles, 10 de octubre de 2012

Crossroads. Sentinel. (cap. 19)


¿Acaso pensé en algún momento que todas mis acciones no tendrían consecuencias?

Qué iluso de mi, tuve una venda en los ojos desde el primer día y ahora es difícil quitármela. Las cosas han empeorado en muchos modos, puede que antes no fuera todo así pero ahora eso ya no importa. Te pones el Manto y todo deja de ser igual, debes sopesar cada acción y plantear los hechos de una forma objetiva, tus sentimientos no pueden interferir con la Misión pues si dudas, aunque sólo sea medio segundo, alguien puede morir.

Ser el Centinela no es ir saltando sobre los malos, ni encontrar las pistas que la policía no ha podido ver, ni siquiera es enfrentarse al villano de turno que intenta sumir la ciudad en el Caos.

Ser el Centinela es cuidar de toda la gente de la ciudad. Es ver Betlam y saber que cada noche todo el mundo puede descansar tranquilo, pues tú estás ahí para ellos.

Ser el Centinela es recoger el testigo que otros como tú dejaron ahí para ti. Y por mucho que el Manto pese, por mucho que termines llorando a solas, tienes que volver otra vez a levantar la cabeza y prometer a la ciudad que tras un día de lucha, seguirás ahí.

Goldfield cerró el diario y depositó el bolígrafo sobre la mesa, en el primer cajón de su escritorio guardó el cuaderno y tras cerrar con llave se levantó, no sin dolor por culpa de la pierna. Por el pasillo se escuchaba el golpe constante de su bastón cada vez que lo apoyaba en el suelo, en días como hoy que el ambiente está cargado de humedad la lesión le recuerda más insistentemente que está acompañándole. Se detiene frente al enorme reloj de pared que hay junto a la biblioteca y ajusta la hora, siempre ha tendido a retrasarse y desde que se detuvo frente al reloj por primera vez hace ya muchos años, siempre lo había puesto en hora.

Por el pasillo oía los pasos de alguien que se acercaba corriendo, era un ritmo acelerado y las pisadas apenas llegaban a incidir en el suelo, se apartó dos pasos hacia atrás y dejó que Fedora pasase por delante de él; como otras veces llevaba los cascos puestos y la música a todo volumen, dudaba incluso que le hubiera llegado a ver. Se alegraba de verla fuera de la base, las últimas semanas habían sido una locura para todos: el secuestro de Troy, la reaparición de Lynx, la muerte del sargento McTaggart y el ingreso en la UCI de la detective Moreno, el robo de compuestos químicos de los Laboratorios Maddox... Ahora el equipo volvía a estar entero, Troy había aparecido en la base y contó cómo Gorila le había emboscado y cómo terminó enfrentándose a sus secuestradores, Lynx ayudó a investigar el almacén en el que mantuvieron encerrado a Troy pero todas las pistas llevaban a callejones sin salida. Fedora estaba más tranquila y ayudó a Szilard a preparar un sistema nuevo de rastreo que será incluido en el traje del Centinela.

Pero ahora hay más problemas, Goldfield tenía claro que aunque el Centinela descanse, las personas que quieren dañar a Betlam no lo harán. Y la noticia que abría los noticiarios era una prueba, el director de la película ambientada en el Centinela había sido asesinado, y quien hubiera realizado el acto había dejado una nota al vigilante: 5-3, dos números sin relación grabados en la bala que acabó con la vida de la víctima. ¿Qué nuevo puzzle se presentaba ante ellos esta vez?

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