miércoles, 10 de octubre de 2012

Crossroads. Sentinel. (cap. 18)

Parece mentira que fuera ayer cuando pasó por primera vez, sus manos recorrían la superficie de aquella protección que utilizaba como una extensión de sí mismo. Era a la vez una parte de su atuendo y la forma de mantenerse en contacto con sus compañeros, un grupo de lo más peculiar que, junto a él y en el más completo anonimato, protegían la ciudad de Betlam City. Aún recuerda aquella vez que vistió por primera vez el Manto, aquella vez que escuchó la voz electrónica que se oía por los altavoces del casco. Pese al traje sentía el frío de la noche de febrero cuando corría por los tejados de la ciudad persiguiendo a los hombres del Gran Galletín.


Hoy han pasado ya muchas noches desde aquello y vuelve a la misma situación, corre por los tejados de los edificios siguiendo el rastro dejado por los hombres del Gran Galletín. Desde fuera no se ve, pero sonríe, recuerda aquella primera carrera y sabe lo que viene ahora, algo que a aquellos delincuentes no les va a hacer mucha gracia. Sin pensarlo aceleró su ritmo y tras pisar con fuerza en la cornisa del edificio, se deja caer a la calle, sobre aquellos que huían de él.

* * * * *

— ¡¡No, no y no!! ¿Cómo tengo que decirlo? El Centinela no lleva capa, no es una maldita capa. Las capas son para las niñas y los aventureros de la Compañía del Anillo. ¿Lo siguiente que vais a hacer qué será, ponerle los calzoncillos por encima del traje? — sus manos se movían a toda velocidad, gesticulando con cada palabra que salía de su boca. — ¡¡Que alguien me traiga un café!!

Robert Penward era el director de la película que los estudios "Ilusiones digitales" rodaban sobre el héroe de la ciudad de Betlam City: el Centinela. Robert era un hombre menudo, de apenas 40 años, que había triunfado en  Hollywood con la historia de amor de dos pescadores; ahora tenía ante sí la complicada tarea de plasmar en celuloide la vida del mayor protector que su ciudad había tenido. El mito del Centinela le había acompañado desde niño, esa figura siempre ha estado ahí y Robert quería ser fiel a su imagen; no es que se enfadase con facilidad, que también, sino que cuando veía cómo el resto del equipo trataba a su héroe de la niñez perdía los papeles y arremetía contra lo primero que se encontrase.

— ¡¡Tomaros un descanso y retomaremos el rodaje en una hora!! ¡¡Y decidle a esa chica de vestuario que el Centinela lleva un abrigo, no una maldita capa de elfo!!

El equipo de rodaje abandonó el lugar entre conversaciones, risas y comentarios sobre la actitud de Robert; este, sin embargo, permaneció sentado en su silla viendo aquel set que recreaba las azoteas de la ciudad de Betlam City. No escuchó los pasos de la persona que se acercaba a espaldas de él y cuando quiso darse cuenta que no estaba sólo en el estudio, el disparo había acabado con su vida.

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