miércoles, 10 de octubre de 2012

Crossroads. Sentinel. (cap. 16)


— Bueno,¿y esta acción tan amable de entregarme al Centinela, a qué se debe? —Víctor desconfiaba abiértamente de aquella mujer, aunque no se cortaba un pelo a la hora de mirarla y deleitarse ante sus curvas. Era una mujer joven, calculaba que tendría alrededor de 25 años, puede que alguno más, pero desde luego no más de 30; tenía el pelo negro recogido en una larga trenza que le caía por encima del hombro derecho hasta la cintura, vestía un ajustado kimono verde con una abertura en el lateral que dejaba entrever su pierna izquierda.
— Verá señor Kressler, mi superior sabe de su interés por el Centinela y pensó que entregarle al justiciero podría suponer un regalo, quiero decir que está interesado en mantener buenas relaciones con usted.
— No sabe usted cuánto me halaga eso.

El pasillo por el que accedieron daba a una compuerta custodiada por un guardia armado, desde que había entrado en el complejo en los muelles, y a excepción de la joven que le acompañaba, aquel guardia era la primera persona que veía; sin embargo las cámaras se encontraban repartidas por todo el recorrido desde la entrada hasta aquella compuerta. Sea lo que fuera que hubiese detrás, debía ser muy valioso, y Víctor se imaginaba qué era... más bien, quién era.

A una orden de la joven el guardia sacó una llave que llevaba colgada al cuello y abrió la cerradura de la compuerta, con fuerza tiró de ella  y Víctor y su guía entraron en la gran sala que había frente a ellos. Todo estaba a oscuras pero al detectar movimiento los sensores encendieron la luz.

— Ahí lo tiene, el Centinela dispuesto para usted. —la joven miraba sonriente a Víctor mientras con su mano derecha señalaba en dirección al centro de la sala.
— Pues o el Centinela ha aprendido a volverse invisible, o se te ha escapado guapa. —el tono sarcástico de Víctor, posiblemente, enfureció más a la joven que darse cuenta de la fuga del justiciero. Donde debería estar el Centinela, colgado indefenso, sólo quedaban los grilletes que le habían encadenado.
— ¡Eso es imposible! ¡Las alarmas deberían haber saltado! ¡¡Guardia!!

Los gritos de alerta de la joven llamaron la atención del guardia situado en la puerta, cuando éste iba a entrar una figura enmascarada salió de la nada y noqueó de un sólo golpe al hombre. Éste cayó al suelo inconsciente y de una patada el enmascarado alejó el arma lejos del alcance; Víctor sonrió, el Centinela estaba vivo y le miraba a los ojos, su venganza podía servirse, pensaba mientras ajustaba con calma los gemelos de su camisa. El Centinela iba a salir de aquella nave cuando la joven, en un movimiento casi imperceptible, le lanzó una cuchilla que Victor no llegaba a entender dónde podía ocultar; como si presintiera el ataque, el Centinela se arrodilló medio segundo antes de que aquella cuchilla impactase en él, arrodillado en el suelo se giró y miró fíjamente a la mujer que se acercaba corriendo hacia él.

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