miércoles, 10 de octubre de 2012

Crossroads. Sentinel. (cap. 10)


¡¡A todas las unidades!! ¡¡Se está cometiendo un robo en la tercera con Brelfield!!

La voz del agente al pasar por el altavoz del casco suena distorsionada, con un toque metálico. Con un movimiento de muñeca el dispositivo de disparo del gancho se activa, y un proyectil del que pende un fino pero ultrarresistente cable de acero sale a toda velocidad hasta quedar enganchado en un saliente del edificio de enfrente; tras esto y con una mecánica repetida hasta la saciedad se balanceó hasta una zona cercana al lugar donde se estaba cometiendo el robo. Allí quedó escondido, agazapado entre las sombras en un callejón, viendo el panorama y desde luego no era nada bueno; varios policías habían sido abatidos y estaban tirados en el suelo, otro par de ellos estaban escondidos en un portal, resguardados de los disparos que procedían del interior del banco que estaba siendo atracado.

Apretando un botón, oculto a la vista, del lateral del casco pudo cambiar al modo infrarrojo y ver las huellas de calor que procedían del interior; pudo contar tres agachadas en un lateral, otras dos en el lado contrario y una grande de pie frente a la puerta de entrada. Ese era su objetivo, sopesó las opciones que tenía ante sí y la más sensata (y segura para los rehenes) era una distracción lateral y recurrir a lo obvio: entrar por la puerta principal.

Dicho y hecho, moviéndose entre las sombras dio un pequeño rodeo hasta quedar cerca del ventanal que daba al este, allí colocó una pequeña carga con temporizador. 10 segundos después, ésta explotaba fragmentando el cristal en miles de pedazos que cayeron al suelo, aprovechando esa distracción entró en el banco y se abalanzó directamente sobre su objetivo.


— No puede haber vuelto. —Goldfield se levantó de la mesa y cojeando sin su bastón se acercó hasta la silla de Fedora, se apoyó en el respaldo detrás de la joven y habló a Moreno que se encontraba al otro lado de la línea telefónica. Szilard había dejado los papeles y miraba a su amigo recordando el encontronazo que sufrió hace años con este mismo peligro.
— ¿Quién ha vuelto? —la voz de Moreno sonaba por los altavoces en toda la base.
— Eldric Gorgon, un peligro que sufrió Betlam City en los ochenta. Y uno de mis primeros casos.

La voz de Goldfield reflejaba el miedo de quien ha luchado por su vida y la añoranza de un tiempo pasado; cuando vestía el casco del Centinela y se enfrentó a Gorgon por primera vez estuvo a punto de morir. Fue un milagro que saliera de aquello, si no hubiera sido por ella ahora mismo sería una estatua de piedra más.

— Vale, sabemos que nos enfrentamos a un tipo con el que hace 20 años que te diste de tortas. ¿Sabemos cómo actúa, dónde se esconde, qué hace para ser tan peligroso (obviando que convierte a la gente en estatuas)?
— Va a ser difícil saber todo eso, porque teóricamente Gorgon murió hace 10 años. Y digo teóricamente porque esto ya me hace dudarlo. —Szilard no se había levantado de su silla— Haga una cosa detective, intente encontrar una huella en los alrededores; quien estuvo con Gorila tiene que haber dejado una pista.
— Sin problemas, todo este terreno es el idóneo para dejar sin querer una huella, no me resultará compli... un momento. —Moreno quedó en silencio unos segundos— Me ha parecido oir algo.

En la base los tres quedaron en silencio, con un toque en el hombro a Fedora, Goldfield la indicó que reactivase el satélite.

 ¡Mierda! ¿Quién coj...?

La conexión quedó interrumpida, un fuerte sonido a estática llenó la base y las palabras CONNECTION DISABLED aparecieron en la pantalla del ordenador de Fedora. Rápidamente esta empezó a teclear introduciendo el código de reactivación del satélite mientras Goldfield, renqueante, salía de allí para ayudar a la mujer sobre la que había depositado toda esperanza por Betlam City.

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